Otra de las carácterísticas de la pintura de Manuel es el uso de determinadas estructuras formales, no tanto por razones intelectuales sino, más bien, debido al rendimiento plástico que le proporcionan. A pesar del ámplio abanico desplegado, tiene un puñado de ellas que son recurrentes a lo largo de toda su trayectoria pictórica. No es que formen ningún tipo de conquista plástica, sino simplemente las usa más a menudo que otras. De hecho utiliza cualquier otra composicón cuando así lo desea. Pero este grupo debió pervivir como una suerte de depuración inconsciente. Yo creo que él no había reparado nunca en ello, pero ahora, al mirar su obra en conjunto, aparecen como recurrencias formales una y otra vez.
Hay dos morfologías recurrentes que son prácticamente ergonómicas. Se trata de una estructuración concéntrica, en la que se adivina la muñeca girando en un gesto circular, y de otra estructurada en diagonal, resultado del gesto de la mano derecha (Manuel era diestro) barriendo el papel de la manera más cómoda de hacerlo. En ambas se puede ver la dimensión relativa del papel o de la tela respecto al tamaño del cuerpo del artista, la manera de coger el pincel y el ritmo del gesto durante la ejecución.
En cuanto a los focos de atención, generalmente o hay un elemento central, que suele darse encuadrado, ocupando más o menos el centro del cuadro, o aparecen dos focos, descentrados y tensionando el cuadro. Pero sobre todo, recordemoslo, dichos elementos no implican el aislamiento de un objeto, sino que se trata de elementos dinámicos que se fusionan con la agitada materia de la que surgen. Son encuadres de quien no ve bien, de quien, cegado por la luz, ha de entornar los ojos. Estamos ante la emergencia de una corporeidad que lucha por individualizarse en un caos lumínico.
Da la impresión de que cuando utiliza estos dos grupos de morfologías, las derivadas del gesto (el giro y el barrido) y las provenientes del enfoque visual (uno o dos focos), no están pre-vistas de antemano, antes de pintar, sino que emergen durante el desarrollo del cuadro. Debió ser algo tan automático que aparecen en las primeras series del clarooscuro y ya no le abandonaron nunca. Veremos otras estructuras a lo largo de su trayectoria, pero en muchos de esos casos parecen morfologías pensadas antes de comenzar a pintar, y no fruto del proceso, como ocurre con estas cuatro (o dos más dos). Veremos composiciones mucho más intelectuales y, la mayoría de las veces, menos conseguidas que cuando sencillamente no pensaba y se dejaba llevar por la emoción plástica.
javier segurado
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